Creer en el potencial único de cada niño y niña es la guía en nuestra ruta educativa. Este año, con el objetivo de fomentar la cultura inclusiva, hemos incorporado una estrategia de formación continua y la reflexión sobre nuestras prácticas a través del análisis de diversos textos académicos que robustezcan nuestra labor. En este proceso, llegó a nuestras manos el capítulo 4 del libro Neurodiversidad en el salón de clases, de Thomas Armstrong, titulado “Los dones del Autismo”, un texto el cual nos invita a ver las diferencias no como obstáculos, sino como oportunidades de aprendizaje y crecimiento.
La neurodiversidad nos enseña que las variaciones en el funcionamiento del cerebro, como el autismo o la dislexia, son expresiones naturales de la diversidad humana, al igual que la biodiversidad en la naturaleza. Desde esta perspectiva, en la reflexión como equipo comprendimos que las diferencias en las salas de clases no son solo un desafío, sino también una oportunidad para identificar y potenciar las fortalezas de cada uno de nuestros niños.
Particularmente, en el caso de niños y niñas con Trastorno del Espectro Autista (TEA), los intereses específicos y restringidos pueden convertirse en herramientas educativas poderosas. La fascinación por armar rompecabezas, observar botellas con líquidos en su interior, memorizar imágenes, nombres, o un interés marcado por la geografía como son las banderas, el dibujo, la música o profundizar en el conocimiento de un tema específico que manejen al derecho y al revés, como los dinosaurios o los autos, son puertas de entrada a un aprendizaje significativo. Como profesionales de la educación especial, es nuestro deber utilizar estos intereses como una herramienta educativa poderosa que promueva y fortalecezca la autoestima, la confianza y la independencia, creando un entorno de seguridad que disminuya la ansiedad y por ende reduzca la frustración.
Al enfocar la enseñanza en los intereses de los niños y niñas, no solo facilitamos su aprendizaje, sino que también fortalecemos el vínculo positivo con la escuela y los docentes. Adaptar el entorno educativo para que cada estudiante se sienta valorado y motivado favorece su participación activa y su desarrollo emocional en un espacio de respeto y apoyo aprendiendo desde lo que los motiva, sus intereses.
El trabajo no termina en la escuela. El papel de las familias y cuidadores es una parte importantísima en este proceso. Observar y celebrar lo que sus hijos disfrutan y hacen bien refuerza el aprendizaje y crea un puente sólido entre el hogar y la escuela. Juntos, construimos un entorno seguro y enriquecedor que potencia el desarrollo de cada niño y niña.
Así como señala Thomas Armstrong: “Cuando reconocemos las fortalezas únicas de cada estudiante y adaptamos el entorno para apoyar su crecimiento, les damos las herramientas para florecer”.
Con este ideal, en Rucakuyén seguimos comprometidos a trabajar juntos en la construcción de una educación inclusiva que respete y valore las fortalezas individuales de cada estudiante, para que cada niño y niña alcance su su máximo potencial.
Referencias:
Armstrong, T. (2012). Neurodiversidad en el salón de clases: Estrategias basadas en fortalezas que ayudan a los alumnos con necesidades especiales a tener éxito en la escuela y en la vida.

- Isabel Salazar Sánchez
- Directora
- Escuela especial Rucakuyén