
El recuerdo de los padres en el primer instante en que sostienen a su bebé en sus brazos después de esos largos nueve meses de espera es: “El mundo se detuvo y, en ese momento, supe que mi vida cambiaría para siempre.”
Después de nueve meses de espera, el momento tan anhelado ha llegado: la paternidad, el primer encuentro con nuestro bebé. En ese instante mágico, el mundo parece detenerse, y nuestros corazones se llenan de una mezcla de amor incondicional y una profunda determinación de proteger y hacer feliz a nuestro pequeño milagro.
La paternidad es una aventura transformadora que marca un antes y un después en nuestras vidas. Nos enfrentamos a un nuevo mundo de responsabilidades, que van desde cumplir con las obligaciones legales hasta adoptar un enfoque consciente y activo en la crianza. Cada día trae consigo un conjunto de tareas: alimentar, cuidar la salud, educar, establecer rutinas de baño, recrear, hacer dormir y, lo más importante, cultivar una relación afectuosa que fortalezca el vínculo entre padres e hijos.
El primer año de vida está lleno de desafíos y temores. Nuestros bebés dependen completamente de nosotros, y aunque el agotamiento puede ser abrumador, es importante recordar que esta fase es pasajera. Los cambios ocurren a una velocidad vertiginosa, y antes de darnos cuenta, nuestro pequeño ha crecido y se ha desarrollado, alcanzando nuevas metas de autonomía y habilidades.
Sí, hay momentos en los que el cansancio parece infinito, y las tareas diarias pueden parecer interminables. Sin embargo, es esencial recordar que estos momentos son efímeros. Pronto, esos días formarán parte del pasado, y aunque a veces podamos añorarlos, debemos encontrar el lado positivo en cada desafío.
Como padres, a menudo nos encontramos diciendo: “¡Oh, mi bebé, cómo has crecido tan rápido sin que me diera cuenta!” Esto nos recuerda la importancia de disfrutar cada segundo de la infancia, porque esta etapa solo ocurre una vez. En un abrir y cerrar de ojos, nuestros hijos se transformarán en adolescentes, y esos preciosos momentos de juego y conexión se convertirán en recuerdos.
Compartir tiempo con nuestros hijos es fundamental por muchas razones: para formar vínculos sólidos, proporcionar apego seguro, educar en el manejo de emociones, fomentar la creatividad y promover la autonomía. La calidad de nuestra relación influirá en su confianza, respeto, comunicación y afecto, sentando las bases para su desarrollo en todas las etapas de su vida.
Cada día es una oportunidad para escucharlos activamente, interactuar, abrazar, jugar, contar cuentos, cantar y explorar el mundo juntos. La infancia es un tesoro que debemos valorar y disfrutar. La imaginación de los niños es desbordante: creen que los juguetes y los animales hablan, se sumergen en historias maravillosas y enriquecen su vocabulario. Compartir con ellos en su mundo de fantasía y alegría no solo es una experiencia maravillosa, sino también una inversión en su bienestar emocional y psicológico.
Cada sonrisa, cada mirada brillante y cada gesto de cariño quedan grabados en su mapa emocional, contribuyendo a su autoestima, habilidades sociales, rendimiento académico y resiliencia. En última instancia, todo esto ayudará a que sean niños y niñas felices y realizados.
Así que, celebremos cada momento, desde los más pequeños hasta los más grandes, porque cada uno de ellos forma parte de este viaje único e irrepetible llamado paternidad.

- Verónica Riquelme Ferrari.
- Psicóloga.
- Escuela de Lenguaje Pequeños Tesoros.